jueves, 28 de octubre de 2010

La niña que no era hermana de Heidi

Vale, lo admito, ya sabran algunos que este cuentito lo escribí hace mucho tiempo (como dos semanas) pero justo ahora en mi casa no me dejan hacer nada y entonces estoy encerrado y no tengo nada que hacer mas que postearles algun archivo viejo, aqui les dejo a esta pobre niña:
Su mamá era una dama, no como ella. En su vida, la señora jamás dijo una grosería, bordaba divino, era cultísima, guapísima, discreta, y en resumen, era su madre adoptiva, supongo, porque sería imposible que hubiera parido a un engendro apestoso a cabra como ella. De hecho, la de la adopción era una teoría de la que yo estaba completamente convencido. En mi mente, la habían dejado de bebé a la puerta de sus padres, ella era huérfana y cantaba por todo, como Heidi. Por eso su madre la maltrataba, -seguramente detestaba a las niñas pastoras de los Alpes- y en su infinita crueldad de madre usurpadora le daba nalgadas cuando no terminaba su tarea, la hacía tragar hígado encebollado y la obligaba a bañarse cuando había frio. Nadie le haría eso a una hija.
Encima de todo lo anterior, esa mamá era católica, y para contribuir a su confusión religiosa, cuando la niña le pidió que le contara de Adán y Eva, y el cuento terminó con la expulsión del paraíso, seguro vio tal cara de pánico en la pobre niña, que terminó por corregir que eventualmente, este individuo Dios recapacitó y los dejó volver.

Ahora la niña no entendía que demonios hacía teniendo que ir a la escuela monisima, en lugar de comer frutos no prohibidos en el jardín del Edén y ver Heidi 24 horas los 7 días de la semana.
Su maestra terminó por mandar llamar a su madre, cuando se le puso necia en catecismo porque ella “sabia” que Adán y Eva habían vuelto al paraíso, serpiente o no serpiente, manzana o mandarina o lo que fuera.
La maestra decidió que si su madre le había dicho eso, es porque eran una familia de protestantes y que ella no tenía nada que hacer en una iglesia católica.
Muchos años después, la niña terminó por entender qué dulce el gesto de mamá, mintiéndole para disfrazar el carácter volátil de ese tal Dios, y protegerla un ratito más de esta realidad inescapable de expulsados. Expulsados del Edén, de la escuela, de tantos trabajos para los que no servimos, de carreras fallidas, de amores ahogados, y finalmente, de la vida.
Supongo que a final de cuentas, esa señora era su mamá. Ni modo, Heidi; resulta que no eran hermanas.

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